viernes, 7 de enero de 2022

Hay comunistas que tienen razón

Siempre me gusta decir que no tengo ideología porque tengo biblioteca. Creo que es imposible que una persona con un mínimo de recorrido cultural y, por tanto, de capacidad crítica, pueda identificarse plenamente con lo que hoy se sigue conociendo como ideología, con la separación en bandos, azules y rojos, verdes y morados, que sigue rigiendo la sociedad, o al menos la política nacional. Hoy en día, una ideología no es otra cosa que una etiqueta útil, una simplificación; es más, diría que la gente se aferra a ellas como simples mecanismos de autoafirmación, de pertenencia, que ayudan a ciertas personas a sentirse parte de algo y dar sentido a su vaciedad. Ahora bien, tengo mis tendencias naturales, como todo hijo de vecino, y si me encuentro en las antípodas ideológicas de algo, es de todos esos comunistas millonarios que van por la vida dando lecciones de moral y no comulgando con las mentiras que les dan de comer. Si bien este tipo de gente me parecía en un principio infantil y de corto raciocinio, hoy sé que son unos maestros de la manipulación y del engaño.

Aun así, si estos tipos tienen razón en algún tema no tengo ningún inconveniente en dársela, por mucho que alguno sea un sinvergüenza o viva en los mundos de yupi. Ahora se está criticando mucho al ministro de consumo, Alberto Garzón, por dos cosas: dijo que deberíamos comer menos carne -algo muy sensato- y que la ganadería intensiva, las macrogranjas, son un modelo insostenible de contaminación, maltrato animal y carne de mala calidad -lo cual está fuera de toda duda-. El caso es que le están poniendo a caldo, en especial personas que no tienen ni puñetera idea sobre medio ambiente, sobre animales ni sobre los impactos que una bandeja de carne gris de Mercadona tiene en el mundo en que vivimos: pero le insultan porque es quien es, ni más ni menos, sin saber lo que ha dicho. Yo diría que sí, que el ministro es uno de esos vividores de la selecta izquierda caviar, que lógicamente no me gustan nada, pero al menos en esto de la carne y la ganadería intensiva tiene toda la razón del mundo. He buscado las declaraciones exactas de lo que dijo y son sencillamente impecables, cargadas de razón y de evidencia científica. Pero como dice él mismo, vivimos en un "mundo de matices" donde todo se malinterpreta a sabiendas: la gente entiende lo que quiere entender.

No se puede menospreciar una opinión fundamentada por el mero hecho de que quien la emite no sea de nuestra cuerda: eso es un comportamiento impropio de un ciudadano responsable. Lamentablemente, el interesante debate sobre los modelos de explotación ganadera, que debería ser el eje de la cuestión, quedan de lado para fusilar a un ministro por meras razones "ideológicas", más propias de hinchas de dos equipos de fútbol antes que de una discusión argumentada. Le atacamos sólo por ser quien es, sin analizar lo que ha dicho o porqué lo ha dicho. Y caramba, aunque me encuentre en las antípodas de casi todo lo que dice Alberto Garzón, en estas cosas tiene más razón que un santo. Creo que algunas de las más graves carencias de los españoles son la falta de honradez cultural y de capacidad intelectual para reconocer que un adversario puede tener razón, y que podemos aprender de sus palabras. Este es el caso, y es algo muy injusto.