miércoles, 18 de octubre de 2017

NO hay que limpiar el monte


Después de la dramática oleada de incendios forestales provocados que ha arrasado el noroeste de la Península, una de las argumentaciones y frases hechas que más enarbolan los que no tienen ni idea, y que usan en cuanto tienen oportunidad para que parezca que entienden o aportan algo, es que “hay que limpiar el monte”. O que el monte “está sucio”. O que hay “mucho matorral”. Estas opiniones, inocentes en apariencia, son estupideces peligrosas que sólo pueden achacarse a la desvergüenza o la ignorancia. Porque decir que el monte arde porque está sucio, es acusar del mal a la víctima. Exactamente lo mismo que acusar a la mujer violada de que iba provocando. Porque no, el monte no arde por tener matorral, el monte lo queman por intereses económicos.

Desde mucho antes de que apareciera el Homo sapiens, los montes estaban sometidos al fuego de manera natural. Los primeros bosques aparecieron hace 400 millones de años, los primeros hombres hace trescientos mil, y la agricultura hace diez mil. En este largo paseo desde el Devónico hasta el Neolítico, ¿cómo no se convirtió la Tierra en una pira? ¿No estaba el monte “sucio”? ¿Quién lo “limpiaba”? Hoy en día, tomando como ejemplo datos de la Fiscalía en Asturias, sólo el 2% de los incendios tienen su origen en causas naturales, como pueden ser los rayos. El 12% responde a imprudencias humanas. El 6% a causas desconocidas. El 80% de los incendios son intencionados, la gran mayoría de ellos por ganaderos, para generar pastos.

Eso de “limpiar el monte” es una barrabasada extendida a sabiendas por esos buitres de dos patas que llegan después de los fuegos. Porque a nadie le importa el papel ecológico del matorral, ni la biodiversidad del estrato arbustivo, fundamental para la existencia de la mayoría de especies animales y parte imprescindible del ciclo de la materia. Todo eso da igual. Nadie, muy pocos, aparecen en la televisión o los periódicos explicando de manera sencilla que los bosques autóctonos, los encinares, robledales, abedulares o hayedos no arden sino les meten cerilla a conciencia, y que en caso de arder nunca lo harán con la virulencia de las explotaciones de pino o eucalipto. Porque el bosque autóctono, con su "sucio" sotobosque, es una barrera natural contra el fuego. Casi nadie dice que es nuestro deber y nuestra obligación favorecer y aumentar las especies autóctonas.

Pero no. Nos quieren hacer creer que un robledal plenamente desarrollado es un monte sucio e improductivo, y que esos pinares y eucaliptales sin sotobosque son bosques, y no lo son: son plantaciones, vacías, sin vida, pero muy rentables para unos pocos canallas que quieren enriquecerse sin trabajar. Éste tipo de gente, como un tal Daniel Colado, va por ahí soltando perlas como “Si hay un culpable del fuego es el combustible acumulado en los montes abandonados”. Públicamente, en un periódico y sin ponerse colorado. Buceas y descubres que el tipo es presidente de la Asociación Empresarial de Silvicultura y Medio Ambiente de Asturias. Se puede tener la cara más dura, pero creo que es difícil.

Tal vez haya que endurecer las penas. Meter a los incendiarios en la cárcel por muchos años. Inhabilitar a esos que arrasan el patrimonio de todos para tener más y más vacas abandonadas y subvencionadas. Y por supuesto hay que educar, sensibilizar, dejar claro que el monte no arde, sino que lo queman. Se puede y debe hacer todo eso, pero jamás se acabará con los incendios hasta que se ponga fin a la rentabilidad económica post-incendio. El problema es que con la ignorante, mediocre y corrupta clase política que maneja el medio ambiente, plagada de mentirosos, interesados y analfabetos, vendidos a los empresarios, a los malos ganaderos y a los cazadores, los incendios forestales no van a terminarse nunca. Al menos hasta que ya no quede nada que pueda arder.