miércoles, 15 de enero de 2014

Sangre nueva

El vídeo anda por ahí, en la red, para todo aquel que quiera disfrutarlo. Borroso, se distingue un verde pradito de montaña. Al momento lo cruza una vaga silueta negra que desaparece entre la vegetación. El trasgo que lleva la cámara aprieta un poco más el zoom cuando la figura reaparece de entre los arbustos. Se ve, ahora claramente, que es un lobo ibérico. El animal se detiene para mirar hacia el lugar de donde venía. Entonces sabes que está huyendo, que está siendo perseguido. Entonces sabes también que está a punto de ocurrir algo terrible. Y ocurre. Bum, suena un disparo retumbante. La espalda del lobo estalla en una nube rosa. Cae al suelo, mientras un revoltillo de piel, carne y sangre vuela por los aires. El infortunado se retuerce en el suelo, estirando las patas y arqueando el lomo de dolor, hasta desplomarse sobre un costado. Parece que ahí ha terminado todo, pero no. El lobo alza lentamente la cabeza, mirando al cielo y abriendo la boca, en un imagen de patetismo insoportable. Su expresión de sufrimiento es casi humana. Parece compadecerse de sí mismo, preguntarse qué ha hecho él para merecer un fin tan horrible. Un fin tan miserable. Mientras el lobo agoniza con la mirada perdida, al que ha apretado el gatillo se le debe estar poniendo dura. Finalmente se escucha una voz, fascinada por los hechos. Se supone que es el cámara: Qué video macho, ¡qué video!. Dice.

Hablando sobre estos temas, un amigo me dijo que vivimos en una especie de Tercer Mundo. Intelectual y moral sí, le contesté. Al degustar tan heroico lance cinegético, pensé al instante que sería muy adecuado como visionado para mostrar en esas célebres clases de caza en los colegios de Castilla y León. Clases de caza a los niños. De verdad. Jornadas prácticas incluidas. La ocurrencia, subvencionada por la administración, viene de las propias asociaciones de cazadores que, indignadas por el poco interés de la juventud hacia el noble arte de la caza, quieren sangre nueva para asegurar el necesario relevo generacional que les mantenga el chiringo. Se quejan de que la sociedad tiene un concepto de la Naturaleza tipo Bambi en el que ellos son los malos. Habría que manejar muchas figuras retóricas para definir lo que ellos entienden por Naturaleza evitando soltar sapos y culebras por la boca, pero ese es otro tema. Y bueno, sí que tienen razón en eso de que la visión social sobre el mundo salvaje no es otra cosa que desmoralizante: o es ingenua, o estúpida, o deportiva, o todo a la vez. Pero pasar de eso, a dar clases de caza en los colegios, va un trecho. Un trecho muy largo, oigan. En el querer cambiar la opinión de unos críos para que pasen de ver a un zorrillo como un animal entrañable a verlo como una alimaña a la que hay que matar hay algo intrínsecamente malvado. Abyecto. Vil.

Porque en nuestro gran cortijo, o circo donde cada perro se lame su minga, o como quiera llamarse España, todos sabemos cómo funcionamos. Y hasta el más ingenuo sabe que estos sórdidos reclutamientos basados en la permeabilidad de los niños no los va a capitanear un buen cazador-que los hay- que explique las cosas como son. Que no se les va a transmitir a los escolares el más mínimo aprecio ni respeto por la Naturaleza más allá de como coto. Se les va a enseñar a justificar la caza. Punto. Cantinelas y abecés para que en lugar de espantarse por un video como el de aquel lobo, le busquen un porqué y lo defiendan. Abatir su sensibilidad. Conseguir que ansíen hacerse una foto con una cabeza recién cortada. Para lograrlo, habrá que pintarles de colores la ristra de bondades de la caza, eso que todo cazador trata de venderte cuando hablas con él. El olor del campo, el andar, el compañerismo, el cínico eslogan de que ellos son los más ecologistas. Y todas esas gaitas. Las otras cosillas de la caza, no las gaitas sino las siniestras escenas del día a día, no van a mostrarse en esas clases. No verán eso de los zorros ahorcados en los árboles. Ni los lobos cosidos a tiros, con un palo que les mantiene abierta la boca. Ni los chorreantes montones de cadáveres apilados de ciervos, jabalíes o lo que toque. Ni la degeneración de las especies en las fincas. Ni tampoco el ritual de los tradicionales lingotazos antes de salir al campo a pegar tiros. Todo eso, mejor que lo vayan descubriendo los chavales poco a poco. Pasito a pasito, con vaselina. Que no se espanten. Para que cuando vean en el Youtube la escena del lobo al que le vuelan la columna no aparten la vista sino que gocen como gañanes. Por cierto, el vídeo fue rodado en Asturias. El Paraíso Natural. Así son nuestros paraísos. Imagínense por un momento lo que ocurre en aquellos lugares que no lo son.