domingo, 20 de enero de 2013

La Sierra... Norte


Una tarde, tomaba un café en un pueblecito serrano de la Alcarria. Por las paredes del bar había perdices y un zorro disecados. Encontré en la barra una revista que incluía en su cabecera el epíteto Sierra Norte, en referencia a la “Sierra Norte” de Guadalajara; una gran sierra que, pese a los años que llevo recorriendo la provincia, todavía no sé muy bien por dónde cae exactamente. La he buscado en varios mapas pero no la encuentro. En este país hay muchas cosas que no se pueden criticar, so pena de ostracismo, de ser mirado de reojo o frito(¡ay!) a emails groseros: lo políticamente correcto, el deporte o las sensibilidades regionales son temas tabú. También todo aquello que esté relacionado con explotar la naturaleza, si se adorna ecológicamente, es algo que todo quisque ve con buenos ojos: y el que no que se prepare. Porque hoy por hoy, el campo y su conservación se basan exclusivamente en esa feliz ingenuidad del “dar a conocer”. Sobre eso precisamente versaba la revista, desarrollo rural en la nueva Sierra Norte. La leía con curiosidad y respeto, pues era una publicación sencilla, con buenos reportajes y que destilaba sincero aprecio por el norte alcarreño. Pero mi prurito naturalista de apolillado geógrafo de antes me hacía torcer el gesto ante las frecuentes referencias a explotar, acercar la ciudad, mejorar las comunicaciones, llevar gente al campo, atraer a los madrileños[sic] y demás que aparecían en todas las páginas; cosas que unos pocos trasnochados, que haberlos haylos, consideramos que puede ser un desatino potencialmente dañino para todo.

En todo ese proceso actual de dinamización rural, alguien decidió en algún momento englobar en un ente único llamado “Sierra Norte” a todas las tierras del norte de Guadalajara, desde El Cardoso hasta bastante más allá de Sigüenza. El lumbrera no incluiría las sierras de Molina, que total también caen al norte de algo, porque lo mismo ni sabía de su existencia. Desconozco si tradicionalmente se ha conocido en la provincia como una única Sierra Norte a todos los montes y comarcas de esa amplia franja, pero, perdóneseme, lo dudo horrores. Más bien apostaría a que antes se conocían como Serranía o más exactamente como Serranías, en honor a su diversidad. En los últimos meses he visto cartelitos del Parque Natural Sierra Norte en pueblos a tiro de piedra de la A-2 donde no hay un puñetero cerro, y menos aún una sierra. Por no pisar callos, debido los severos tabúes políticamente correctos que decía antes, nos quedaremos en que tal vez lo de Sierra Norte haya conglomerado todo el norte de la provincia para favorecer la necesaria recuperación rural. Mas es realmente difícil encontrar una relación geográfica directa, ya sea sociocultural o medioambiental, que justifique unificar, vender, dar a conocer todo el variadísimo norte de Guadalajara a través del impersonal y globalizador nombre de Sierra Norte. Y es que los términos, el hablar con propiedad, son cosas que tienen su importancia.

Hay muchas maneras a través de las cuales el hombre de hoy, en su afán de conseguir una naturaleza edulcorada, acomodaticia, sin bichos, calentita y que no manche, ha arruinado esforzadamente la personalidad y espíritu de los más diversos parajes naturales. Pero borrar de un plumazo esa génesis entre el hombre y la tierra que es realmente la naturaleza serrana, aglutinando o mutilando entidades geográficas diferentes bajo un envoltorio tan simplón como Sierra Norte se me antoja un torpe error. Pese a su noble propósito es el típico remiendo de la España autonómica, tan aficionada a arrebatar a las cosas su verdadera identidad histórica para montar cortijos. A eso no se escapan ni la naturaleza ni el mundo rural: cosa sencilla, pues la una no se puede defender y el otro es fácil de convencer. Así, lo que siempre han sido sierras heterogéneas hoy están reducidas a ser esa comercial Sierra Norte que las desvirtúa geográfica e históricamente. El mismo Macizo de Ayllón, desmembrado, es algo que ya no existe salvo en los recuerdos de algunos naturalistas arcaicos. Y me van a disculpar, pero nunca he compartido eso de que “el fin justifica los medios”; de modo que no puedo dejar de preguntarme si el fomento del desarrollo rural es justificación suficiente para semejante baldón. Lo de Sierra Norte no parece, al fin y al cabo, sino otro ejemplo de reduccionismo miope.