jueves, 3 de abril de 2008

El puente de Tortuero

Tortuero es una pequeña aldea alcarreña de 34 habitantes a la que se llega por una estrecha y bacheada carretera comarcal desde Valdesotos, siendo una población casi gemela de ésta. Y digo casi gemela porque ambos pueblos -unidos también por el sendero GR-10- aparte de compartir estilo edificatorio y trazado desordenado e irregular, poseen en su término un puente histórico. El de Valdesotos, románico, el de Tortuero, romano, dicen. En cualquier caso, pequeñas joyas de este tesoro desconocido y despoblado que es el Macizo de Ayllón, en el sector sur conocido como "La ribera".

La adusta villa de Tortuero aparece rodeada de las primeras cuerdas serranas, tapizadas de arbustos. En el sur de la aldea, allanado por la acción fluvial, existen casas solitarias, adecentadas pero bien integradas con el territorio. El pueblo lo cercan en esta vertiente sur poderosos nogales y parcelas de cultivos familiares bien ordenadas y trabajadas.

Al llegar a Tortuero tras haber escapado de la tormenta en la Reserva de Sonsaz, atravieso sus tranquilas calles y huertos en dirección al curso del arroyo Concha en busca del puente romano. A ciegas, esperando encontrarlo. Imposible preguntar: no había nadie por las calles.

El puente no estaba en la primera dirección que tomé, pero aproveché para seguir el trayecto del GR-10 que une Tortuero con Valdesotos, en un agradable paseo a través de una garganta de cuarcitas habitada por corzos, perdices y mitos, encontrando de vez en cuando un fino manantial. Desde el punto de vista naturalista, siempre es interesante deambular por los alrededores de los pueblos, donde la vida rural se mezcla con la vida salvaje.

Al llegar a las enormes tuberías del Canal del Jarama doy media vuelta para esta vez sí, encontrar el puente. De nuevo en las calles de la aldea, doy junto a una fuente con dos hombres, uno joven y otro mayor, ambos cortando leña. Resulta que el puente está justo al borde del casco urbano, esto es, dos o tres callejuelas más allá de la plaza central, presidida por una iglesia románica restaurada hace pocos años por la asociación cultural “Restaurar y Vivir”.

Sorprende encontrar estos lugares bucólicos. El que sean desconocidos no hace sino aumentar su magia. El puente de Tortuero, en boca de asno, aparece calzado por una columna de mampostería simple que es, como dice Andrés Campos, “una ñapa medieval que, lejos de restar, le añade encanto”. Rodeado de sauces y moreras, con su paso tapizado de césped, el puente salta sobre el arroyo cristalino.

“¿Han salido bonitas las fotos?” –me pregunta el anciano al que consulté antes- “Más arriba tenemos una presa, que me hizo el ICONA cuando yo era el alcalde, para que regáramos los huertos. También tenemos la piscina” –que observo está alimentada directamente por el agua del arroyo, siendo más alberca que piscina.

Tras charlar un rato con el antiguo alcalde de Tortuero, que portaba una carretilla cargada de troncos recién cortados, regreso al coche rumiando la idea de volver a visitar esta coqueta y tranquila aldea, en las faldas del Macizo de Ayllón, donde el tiempo parece que se ha detenido y todo se ha hecho viejo esperándote.

Fotos de Tortuero y alrededores. Domingo 30 de marzo de 2008.