martes, 15 de marzo de 2016

Un trece de marzo en Madrid

Hay días, pocos, que te hacen recuperar la fe. Ocasiones en las que no te queda más remedio que replantearte el resignado escepticismo al que te lleva la triste realidad. Momentos en los que ves que el pueblo todavía es capaz de causas nobles. La Puerta del Sol, diario escenario de tránsito de nuestra sociedad apática y soberbia, se llenó el pasado trece de marzo de la voz y los aullidos de miles de personas en defensa del lobo ibérico frente a la infamia y el rifle. La manifestación fue un éxito rotundo, un hecho que será histórico y que debe marcar un punto de inflexión. El cuento del lobo va a cambiar. Cuando estábamos allí escuchando los manifiestos de los representantes conservacionistas muchos teníamos un nudo en la garganta y nos costaba trabajo mantener la entereza. Porque allí se pudo ver de nuevo el abismo, ese abismo moral e intelectual que separa el bien y la evidencia científica frente a esa España Negra que odia la libertad y la belleza. Nosotros tenemos la incontestable razón. No la tienen los que piden la persecución del lobo porque altera su comodidad, ni la tienen los asesinos capaces de dispararle, ni tampoco esos canallas que firman su muerte en los despachos. En la Puerta del Sol los valientes vencieron a los cobardes. La humildad y la alegría pusieron en su sitio las impúdicas y crueles mentiras de los enemigos del lobo. Allí revivimos el mensaje de Félix. Resucitamos su obra y su espíritu. Y en el futuro, si nuestros hijos pueden ver lobos libres en el monte, será gracias a todos esos hombres y mujeres que aullaron aquel trece de marzo en Madrid.