domingo, 5 de junio de 2016

El edén de los herpetos

Estaba sentado a la puerta de la pequeña choza de piedra, observando el anochecer sobre la cercana cadena de montañas. Gredos estaba espectacular, pintada de blanco y negro en las cimas y de verde y amarillo entre el cervuno y el piornal. A principios de junio todavía había grandes masas de nieve por encima de los 1800 metros, que contrastaban fuertemente con la roca, que se veía azabache. Con los prismáticos distinguía los senderos de los íbices por los neveros y los embudos. Pero no hacían falta binoculares para observar a la fauna: justo delante de la cabaña, entre los piornos, tres jabalinas y seis rayones hozaban el prado y levantaban piedras. A mi lado cantaban los escribanos y me llegaba el estampido de las peleas de los machos de cabra montés, que resonaban como si se estrellaran dos rocas.

Nadie hubiera pensado que ese mundo de la alta montaña, ese cuadro de piedra, nieve y clima cambiante pudiera ser un edén para los herpetos: los anfibios y reptiles. En aquel último viaje a Gredos esa riqueza, la apabullante vida de la pequeña fauna que iba encontrando sin siquiera buscarla modificó los planes que tenía para la montaña: había ido allí simplemente para explorar libremente las altas cumbres, deleitarme con los paisajes y el silencio. Pero los sucesivos encuentros con anfibios y reptiles y el descubrimiento de un escondido y recoleto edén convirtieron el viaje en una experiencia naturalista inolvidable.

Durante los primeros kilómetros de ascensión en una calurosa y soleada tarde, la senda trepaba muy tendida atravesando escobones, helechares, algún robledal y los primeros piornos, salpicado todo de viejos muretes de piedra y bolos graníticos arrastrados por las antiguas morrenas de los glaciares. Aquel paisaje de rocas y vegetación fresca era el reino de los reptiles.

- Muy joven víbora hocicuda(Vipera latastei) moviéndose lentamente al abrigo de un pino.


- Macho de lagarto verdinegro(Lacerta Schreiberi) soleándose sobre el granito. Por la coloración de este espectacular lagarto bien pudiéramos pensar que nos encontramos en los trópicos.


- Hembra de la misma especie, claramente diferenciable del macho por el menor tamaño, la levedad del azul de la cabeza y la coloración parda del lomo.


- Ejemplar joven de lagarto ocelado(Lacerta lepida) al que ya se le ven las hechuras de gran reptil.


- Dos ejemplares adultos de ocelado. Inconfundibles por su gran tamaño(pueden llegar a los 600mm incluyendo la cola) y los característicos ocelos azules de los costados.



- Macho de lagartija ibérica(Podarcis guadarramae) en coloración de celo. Ésta especie, conocida hasta 2008 como Podarcis hispanica ha dado muchos quebraderos de cabeza en taxonomía. La nueva guadarramae que ocupa la Sierra de Gredos presenta además tres subespecies. 


- Preciosa hembra de Podarcis guadarramae que presenta un bonito diseño linear en el lomo, muy contrastado con el leopardino dibujo del macho. Pudiera tratarse de la subespecie P.g. lusitanicus.


- Un tercer ejemplar con una discreta coloración parda se solea sobre el granito a 2000 metros de altitud:


- Lustroso ejemplar de lagartija colilarga(Psammodromus algirus) extraordinariamente confiada. Especie notoriamente abundante en el ecosistema de grandes bolos graníticos de las gargantas glaciares, compartiendo espacio con otras lagartijas y lagartos.


A 2000 metros de altitud pasé la noche en aquella diminuta cabaña frente a las cumbres. Por la noche, sin luna, las estrellas brillaban tan fuerte que iluminaban la nieve de un azul luminoso. Por la mañana una colilarga se deslizó por debajo de la puerta de chapa de mi pequeño refugio y capturó una diminuta araña roja que se deslizaba por el suelo de piedra y que yo estaba mirando. Aquel segundo día iba a ser aún más prolífico, si cabe, en la observación de anfibios y reptiles de montaña.

A apenas una hora de camino entre las peñas y los gigantescos relieves graníticos modelados por los hielos aparecieron ya los grandes prados de cervuno. La hierba era elástica y el suelo rezumaba agua, como si pisara una esponja. Allí, de un torrente que nacía de una grieta, rellené la cantimplora y bebí hasta saciarme. Observaba con maravilla una rana patilarga(Rana iberica), endemismo ibérico, de color pardo, antifaz negro y característico gran salto. Aquel ejemplar fue el único de esa especie que vi por allí, recluido tal vez a los inicios de los arroyos por la abundante presencia de grandes ranas comunes que dominaban más abajo.

Había llegado a un rincón remoto, un paraje que está fuera de los circuitos conocidos y del cual no hay referencias en guías ni rutas de la Sierra de Gredos. Desde la distancia, al fondo de su escarpada hoya, las aguas y los prados de aquel paraíso brillaban como una esmeralda escondida entre el granito. Había encontrado un auténtico edén, un edén para los anfibios y reptiles. Un tesoro de torrentes, lagunas, charcas límpidas, de aguas puras y cristalinas. No había rastro alguno de presencia humana: ni huellas ni el más mínimo residuo. Parecía un lugar por descubrir. Desde la distancia resonaba fuertemente, como si saliera del fondo de un barril cavernoso, el eco del coro de cientos de enormes ranas. La montaña, habitualmente escenario de silencio, tronaba de los “crrroak” y los “cvreek” de los anuros.

- Aquella escondida comunidad de grandes ranas comunes(Pelophylax perezi), colosales salonquias, presentaba como rasgo común, además del particular tamaño, una coloración muy oscura, algunas casi negras, en la que destacaba una línea verde brillante a lo largo del lomo.





- Hábitat de aguas puras y limpias, prados de cervuno, turberas y roquedos donde la vida bulle por doquier.



- En aquellos lares apareció de la nada otra especie diferente, la lagartija roquera(Podarcis muralis).


- Lagartija carpetana(Iberolacerta cyreni), de exóticos colores que recuerdan al lagarto verdinegro.


Aquel rincón de la alta montaña acentuó su exotismo maravilloso cuando me fijé en que la laguna estaba surcada por muchas pequeñas cabezas que nadaban rápidamente. Al asomarme distinguí las familiares siluetas de las culebras viperinas, que patrullaban sin descanso las aguas. Esperaba encontrar también a la verdadera culebra de agua, la culebra de collar, pero misteriosamente no habitaban aquel idílico rincón.

- Diversas culebras viperinas(Natrix maura) nadando ágilmente en busca de presas.




- Un ejemplar melánico al acecho de una rana verde.


Una de las más satisfactorias experiencias en la naturaleza no es otra que la de realizar esperas aguardando la aparición de la fauna. Actividad normalmente dedicada a las aves y mamíferos, siempre echo de menos esos momentos relajados en el monte escudriñando las laderas y los llanos con los prismáticos. Lo que nunca pensé que haría era hacer esperas para observar anfibios y reptiles y fue en aquel lugar paradisíaco donde lo hice por vez primera. Tomé asiento a la sombra de un gran cubo de granito sobre el agua y allí observaba a placer el duelo de las ranas comunes y el patrullaje de las serpientes. Observando no era difícil ver cuál de los machos de rana era el dueño de cada charca. Todos cantaban con fuerza. Sólo callaban cuando alguna de las culebras, que pasaban casi a cada minuto, atravesaba el lugar. Entonces se creaba un silencio expectante. Las ranas quedaban petrificadas. Las culebras siempre pasaban de largo sin hacerles el menor caso.


A lo largo del día di cuatro vueltas completas al paraje observando a la fauna. La mayor sorpresa fue encontrar, escondidos en un oscuro rincón, a toda una comunidad de tritones jaspeados(Triturus marmoratus). Se encontraban, como corresponde a la época, en etapa acuática de reproducción, activos durante el día siempre dispuestos a conseguir alimento. Si bien oficialmente llegan hasta los 1600 metros, aquellos jaspeados vivían a dos mil. Nunca había topado aquella especie. El último regalo del edén.




Al caer la tarde marché de aquel paraíso y desanduve el camino hacia las zonas bajas. Dejaba a la espalda un auténtico cielo en la tierra al que sin duda volvería. Lo que iba a ser un día de alta montaña como puede vivir cualquiera se había convertido en una salida de campo herpetológica de dos días de duración, donde todas las aspiraciones en la contemplación de ofidios, lagartos, anuros y urodelos se habían visto satisfechas. La pequeña fauna, tan amenazada y relicta, tan variada en sus maravillosas adaptaciones, delicia de cualquier observador: y aquellas comunidades de herpetos tenían el privilegio de vivir no sólo en la Sierra de Gredos, sino en uno de sus últimos paraísos.