miércoles, 16 de diciembre de 2015

La herencia de los malvados

Con el paso de los años he ido construyendo una más que decente biblioteca de historia. O eso creo. Tener esa tonta costumbre de leer historia no sólo te hace vivir mil vidas, sino que te aporta la templanza y los recursos que algunos necesitamos para poder asumir este mundo en que vivimos. Y el país en que vivimos. Hojeando periódicos suelo pensar siempre lo mismo, que ésto ya lo he leído. En la larga y desventurada historia de España ves que siempre se repite el mismo hecho: cuando alguien enciende una luz, siempre, invariablemente, aparece un enajenado que rompe la bombilla. Alguien malvado y siniestro que nos echa el freno, que nos pone el bocado, que cierra la puerta y tira la llave. Con el paso de los siglos estos tipos han adoptado, camaleónicos, diferentes formas, pero rasgos como la falta de valores o el desprecio por la cultura son siempre los mismos. Hoy día, en nuestra ridícula, estúpida y superficial Segunda Restauración, gobierna esta gente miserable. Me da igual cómo se llaman ahora, su logotipo o el color con que se identifican. Pero gracias a los libros sé que son los de siempre, de puntualidad cíclica: la carcunda y el oscurantismo, los del odio ignorante y patológico hacia todo lo bueno y bello que hay en el mundo. Los que apagan la luz.

Aquí escribo sobre medio ambiente. Sobre ésto versa la reflexión, no sobre el barro de la política o los partidos. En una semana como esta hay que echar un vistazo a los últimos cuatro años, ominosos para la Naturaleza ibérica. El que tenga valores, claro. Al que le importe algo más que el fútbol o los teatrillos con que nos engañan. Tenemos el deber moral de tirar de hemeroteca. Debemos recordar la negra herencia que nos dejan estos malvados que visten de patriotismo la destrucción de nuestra tierra. Quisiera enumerar tan sólo unas pocas cosas. Dos puntos. La Ley de Montes, hecha para quemar y construir encima. La cruel Ley de Caza de Castilla-La Mancha. La continua legislación a favor del lobby de la caza, que nunca ha tenido tanto poder. El menosprecio a la lucha contra incendios. La desprotección paulatina de los espacios naturales. La infame guerra declarada al lobo. El mangoneo del lince. La extinción del urogallo. Las continuas negativas a la salvaguarda de los mares, y de cualquier otra cosa. El fomento de las prospecciones. Las delincuenciales adjudicaciones en zonas protegidas. El desprecio absoluto por el medio rural sostenible. Las patadas a las renovables. El impuesto al sol. El apoyo al criminal fracking. El ninguneo a la opinión científica. El tajo a la investigación. En fin, rebusquen, que hay mucho más. Nunca se había visto algo así. Tanta maldad, tanta vileza exhibida orgullosamente como programa electoral. Todo muy azul. Los que tenemos algo de sensibilidad tenemos también una responsabilidad. Porque después de tanto mal queda lo que, según encuestas, parece que volverá a ocurrir. El señorito Iván debe estar frotándose las manos.