jueves, 30 de marzo de 2017

Un bien no tan preciado

Desde hace unos años, visito una o dos veces al mes un barranco del Sistema Ibérico. Es un paraje puro y solitario, auténticamente salvaje. El lugar está perdido en lo que hoy se ha dado por llamar por su despoblación La Laponia Española”. Extensísimas áreas de llanuras y cañones abruptos, de bosques densos y páramos desnudos. El sol cae a plomo en verano, aunque las mañanas y las tardes son dulces, y el invierno es gélido, de un frío seco donde no son raros los quince bajo cero y oscilaciones térmicas diarias de veinte grados o más.

En una de las últimas visitas, explorando los recovecos de ese áspero paisaje di con una vieja paridera resguardada, oculta al pie de una pared de caliza que cerraba el fondo de un barranquejo secundario. Había algún petroglifo pastoril y una vieja lata de aceite de la época de la Guerra Civil. Desde que estas tierras dejaron de pastorearse con cabras o de explotarse para carboneo, la actividad humana es testimonial. En aquel sitio remoto y olvidado parecía que en cualquier momento iba a aparecer un neandertal o un cabrero de los tiempos antiguos. 

En la pared rocosa encontré un montón de excrementos de garduña. Estaban alrededor de un pequeño pocillo natural en la roca donde se acumulaba una mísera lámina de agua, resultado del goteo por filtración de la caliza, que se da únicamente cuando llueve o cuando el agua se filtra desde el páramo por las intensas heladas. En ese desierto el agua es un bien escaso, pues el arroyo del barranco suele ir totalmente seco y el río cercano, kárstico, circula subterráneo la mayor parte del año: aparece y desaparece sin previo aviso. Los animales conocen y cuidan todos los puntos donde eventualmente puede haber agua, en especial los mamíferos depredadores que frecuentan los roquedos, donde ésta escasea aún más.

Queriendo conocer qué actividad animal genera esa efímera fuente de agua rupícola en un entorno seco, dejé instalada una cámara de fototrampeo durante un mes. Sin causar ninguna molestia(se usa luz negra) se puede obtener de esta herramienta una valiosa información de todo tipo; se aprende muchísimo de la frecuencia con que aves, garduñas y otros animales controlan estos puntos intermitentes de agua y las interacciones entre ellos. Los resultados de este ejercicio en particular, dado lo pequeño y limitado de su emplazamiento, iban a ser escasos.

- Primer evento, tres días después de su instalación. Un zorzal bebe el agua filtrada. Ocho días después aparece un arrendajo. Ninguna otra ave visita el lugar en un mes.



- A los seis días aparece un zorro por la tarde. En la secuencia se ve que pasa diez minutos inspeccionando la zona y bebe de la charca. Tarda dos semanas en volver a aparecer, bebiendo de nuevo. Se puede deducir que conoce que en ese lugar se acumula la humedad pero no lo utiliza con frecuencia o no lo necesita, aprovechándolo simplemente cuando pasa por ahí. No marca con excrementos, pero puede que sí olfativamente.




- La garduña protagonista de los marcajes territoriales en el charco tampoco parece depender de él. Hace su aparición a los catorce días de instalarse la cámara, bebiendo y marcando el territorio. Eriza el pelaje al detectar al zorro, que visitó el lugar ocho días antes. Otros siete días después, la garduña vuelve a aparecer, haciendo exactamente lo mismo.



Pese a la sequedad del entorno los animales no parecen depender de estas acumulaciones temporales, ni siquiera mamíferos o aves de costumbres rupícolas. El animal que más importancia parece darle es la garduña, que la utiliza como punto de marcaje. Dada la acumulación de indicios de presencia se deduce que en cada visita, muy espaciadas en el tiempo, marca con excrementos el lugar.