domingo, 29 de octubre de 2017

Restaurando hábitats en el Alcorlo

Siempre me había gustado la panorámica que ofrecían desde la carretera los montes circundantes del pantano del Alcorlo. Montes pelados, sí, pero recubiertos de una densa capa de matorral heliófilo, sobre todo jaras, con algunos chopos y sauces en los vallejos. Pese a tratarse de un paisaje arrasado en tiempos pretéritos, ya fuera por el carboneo, las quemas o el sobrepastoreo, ofrecían una imagen de naturaleza tranquila que podía dar los primeros pasos hacia la recuperación. Eran, además, montes transitados constantemente por liebres, zorros, tejones, gato montés y toda clase de pequeñas aves, y que no escapan del patrullaje aéreo del águila real y del gran duque, además de dar sustento al corzo y ser escenario de la expansión del ciervo en la zona.

Llevaba varios meses sin pasar por la carretera que bordea el embalse y no tuve más remedio que poner las luces de emergencia y apartar el coche en el arcén. Aquel día encontré aquellos montes arrasados en una imagen que me resultó postapocalíptica. Maquinaria pesada había convertido las laderas en una horrible escena de colinas aterrazadas para una plantación, suponía, de pinos. Me encontraba ante una política de montes similar a la de aquel ICONA que tanta guerra dio y que hoy en día, en España, sigue en plena vigencia, ya sea con pinos o con eucaliptos: plantaciones, no bosques, con efectos dramáticos para la biodiversidad desde cualquier punto de vista. El primer paso, blindado legalmente, es la destrucción literal y exhaustiva del entorno para el aterrazado.

Consultado el BOE, el proyecto original consiste en una repoblación supuestamente multiespecífica (coníferas y frondosas) en la que predominan abrumadoramente los pinos plantados en terrazas, acompañados de la consecuente nueva red de pistas, carriles y cortafuegos. Es necesario detenerse en algunos de los efectos negativos evidentes de este sistema, convenientemente señalados y estudiados por varios autores.

Modrago et al. (2005) nos hablan de que las repoblaciones con pinos provocan "un descenso del porcentaje de materia orgánica y un empobrecimiento del complejo de cambio en los suelos de las terrazas, así como un aumento de la acidez de los suelos de las repoblaciones. Aunque estos cambios son tales que, al mismo tiempo, han propiciado la evolución de los suelos hacia condiciones ecológicas similares a las de los suelos de los pinares naturalizados comparables, se considera acertado favorecer, en la medida de lo posible, la obtención de masas multiespecíficas facilitando la instalación de especies mejorantes". Plantaciones multiespecíficas que en España, como sabe cualquiera que salga al campo, no son precisamente un éxito.

Otros autores, analizando los beneficios hidrológicos de estas plantaciones, señalan que se beneficia la escorrentía y la capacidad de la tierra para recoger agua (Martínez de Azagra et al., 2002). Beneficios que también podrían lograrse favoreciendo las especies arbóreas autóctonas (encina, robles, salicáceas), que sin embargo no son rentables económicamente para las sacas de madera, como sí ocurre con los pinos. Estos autores señalan además que "Los problemas se plantean porque la preparación del suelo llevada a cabo afecta a la mayor parte de la superficie de la ladera y remueve gran volumen de tierra. Esto implica, además del notable impacto paisajístico de la nueva topografía del graderío, la eliminación excesiva e injustificada de la vegetación preexistente, la posible formación de tastanas que dificulten la infiltración (al quedar mucho tiempo al desnudo el suelo removido), el riesgo de desplazamiento en masa en época de lluvias, el peligro de erosión hídrica por regueros y formación de cárcavas al concentrarse la escorrentía en determinados puntos, y la interrupción drástica de la evolución edáfica natural". Todos estas posibles consecuencias la he observado personalmente a lo largo de muchos años de campeo en Guadalajara, donde abundan este tipo de repoblaciones o plantaciones. Todo ventajas.

Es incontestable que esta actuación no puede calificarse sino como dramática para la pequeña avifauna que característica del matorral (currucas, mirlos, alcaudones) así como para los mamíferos predadores o las variadas especies de reptiles (lacértidos, culebras) que allí encuentran acomodo y que, a duras penas, habrán podido escapar de la maquinaria y la destrucción de las laderas. La zona es susceptible también de albergar Erica cinerea y otras especies vegetales protegidas y que, de momento, no sabemos si se han visto afectadas por la intervención.

Es destacable lo que el BOE referido a este "Proyecto de Restauración hidrológico-forestal en la cuenca del embalse del Alcorlo" dice sobre el impacto en la fauna: "Con respecto a la fauna, el proyecto generará la pérdida temporal de hábitats y de zonas de cría y alimentación, pero con el paso del tiempo se verán favorecidas por la masa forestal resultante de la repoblación". Me pregunto cuántas décadas son necesarias para que toda la fauna expulsada del lugar pueda asentarse en una repoblación que será mayoritariamente una plantación de pinos. Eso de "temporal", que suena a unos meses, en realidad son varias décadas. Y cuando ese tiempo pase tendrán que adaptarse a vivir en una plantación artificial, nula en biodiversidad en comparación con la vegetación natural de la zona que hubiera podido y debido recuperarse.

Para terminar, las imágenes valen más que mil palabras. Ilustran en todo su esplendor eso de "impacto paisajístico":