lunes, 6 de noviembre de 2017

Sobre acuerdos a puerta cerrada (CETA)


Que los políticos viven de generar cortinas de humo y de no resolver conflictos es una realidad que existe desde siglos antes de que existieran los medios de comunicación de masas, porque son estrategias que siempre han servido para engañar a la gente. Vivimos en unos días donde nos enfrentamos a problemas gravísimos que los políticos dejan enrarecerse, de manera que puedan explotarlos electoralmente y que les rente a ellos, a su miríada de parásitos y a sus sucesores. En estos días en que en España vivimos secuestrados por la cansina tramoya catalana, nuestra irresponsable y arrogante clase política nos la ha vuelto a meter doblada aprobando el CETA, el acuerdo de libre comercio entre Canadá y la Unión Europea que no es sino la antesala del TTIP.
Este tipo de tratados, que suenan a sana y libre competencia, consisten en suprimir entre los países firmantes las barreras comerciales, tanto las de tipo arancelario como, y esto es con lo que debemos alzar las orejas, las de tipo no arancelario. Es decir, además de garantizar la concentración de mercado en las multinacionales, arrinconando a los pequeños productores, estos acuerdos buscan restar validez a las normas nacionales sobre la salud, la alimentación o el medio ambiente y, como apuntan diversos estudios, no consisten más que otro paso más para restar soberanía a los estados en favor de las empresas.
En La Vanguardia leemos que "Greenpeace afirma que Canadá tiene estándares de seguridad y etiquetado de alimentos más débil que la Unión Europea y que su agricultura depende más de pesticidas y cultivos modificados genéticamente". Cuando uno bucea un poco, encuentra que en Canadá son legales alimentos que aquí no lo son: salmón clonado, maíz modificado genéticamente, pollo con cloro y cerdo dopado con hormonas de crecimiento. Por otro lado, PACMA afirma que "El tratado supone un impedimento para los países que quieran aumentar sus estándares de bienestar animal", señalando que "...los ya existentes podrían reducirse para mantener precios competitivos". Si bien la Comisión Europea considera todas las críticas infundadas, los ciudadanos debemos permanecer escépticos ante la simple experiencia de tratados anteriores.
El interesado manejo de la realidad a espaldas de los ciudadanos debe mantenernos críticos, sobre todo con este tipo de acuerdos debatidos y firmados a puerta cerrada y aprobados de manera opaca, cuyas consecuencias se envuelven en un calculado secretismo. Con esto del CETA no nos han bombardeado en la radio y la televisión, y únicamente ha sido posible enterarse de ello a través de las redes sociales y periódicos digitales. En España, Congreso y Senado lo han sacado adelante muy deprisa, puede que por temor a la creciente oposición al mismo, que no es otra cosa que temor a que la gente se haga preguntas y exija respuestas. Han pisado el acelerador, pero creo que realmente no era necesario. Estas cosas no enardecen a las masas, no motiva a los patriotas, no abre telenoticias, no reúne sabios contertulios. Son asuntos de interés nacional que nunca harán sacar banderas a los balcones. Parece que hay cosas más importantes por las que preocuparse.