viernes, 20 de noviembre de 2015

Lástima

Flotaba en el aire un leve olor a cadáver, ese olor acre y espeso que guarda la vieja carroña. Un olor habitual en el monte. Imaginé que los restos de un jabalí, un corzo o una vaca descansarían por allí, entre los brezos. El sol se escondía ya y los últimos rayos de aquel tibio día de otoño doraban suavemente el bosque. Continué camino y entonces lo vi con un sobresalto: había un jabalí colgado en la rama de un roble, pegado al tronco, a dos metros sobre el suelo. Me detuve, estupefacto. Nada en la naturaleza hace que un animal tan pesado acabe suspendido de un árbol. En otra de las ramas había un herrerillo, con su pechito gualda y su caperuza celeste mirándome, quieto. Parecía decir “Mira. Esto es lo que hacéis los hombres”. El jabalí era una imagen terrible de patetismo, de maltrato y humillación. Parece que no valía ni para sacarle los jamones. Sólo para morir por nada. Qué lástima, dije en voz alta. El pajarillo echó a volar.

De aquel árbol colgaban inertes los valores más oscuros de este país. Nada mejor que los despojos podridos de un animal inocente para representar esas sensibilidades de la España Negra, la España ruin del abuso, del linchamiento del débil. Esa oscura faceta nuestra que nunca muere. Al menos aquel desgraciado tuvo la suerte de morir de un tiro, no como los que mueren hoy, a estas alturas, alanceados o flechados en Castilla-La Mancha y Madrid. Siempre que te topas con alguna nueva ocurrencia sádica de los de siempre te haces la misma pregunta. Por qué. Qué fácil es ser malvado, infame, cuando no tienes castigo, cuando la ley te ampara, cuando el político te mima, cuando la sociedad imbécil y hortera te respeta. Entre todos te disculpan. Y en un mundo donde seguimos colgando a las personas ésto nos la trae al pairo. Pero debemos asumir que la maldad gratuita no es necesaria. Y permítanme que les diga una cosa. Después de muchos años en el campo, crías callo. Te sale pelo, haces estómago. Sabes lo que hay. Y te puedes permitir el lujo de generalizar. Y no te equivocas.