sábado, 11 de mayo de 2019

El lenguaje inclusivo en el ecologismo

No hace demasiado, participé como invitado en una charla sobre conservación que, además de tratar sobre el campo y sus conflictos, se presentaba como guiada por el ecofeminismo. A pesar de que yo no comulgo, por supuesto, con ninguna etiqueta antigua o moderna, y menos aún con las soberanas chorradas por las que tanto nos gusta pelearnos hoy en día, no pude menos que colaborar con una buena amiga y poder expresar una opinión medianamente sólida e independiente sobre lo que me tocaba hablar. La jornada fue amena e interesante, abierta y con variados puntos de vista, todos discutidos con serenidad y educación. Aquello del ecofeminismo no tuvo mucho protagonismo, porque lógicamente no le importaba a nadie, pero hubo que soportar la imposición de un festival inclusivo para todos los sustantivos, adjetivos y artículos que tuvieran la desgracia de padecer el masculino genérico: "los y las", "todos y todas", "amigos y amigas", "ganaderos y ganaderas", "pastores y pastoras"... e incluso un espléndido "lobos y lobas". Quiero pensar que esto último fue un desliz del ponente, y que nadie en su sano juicio se plantea que el genérico para designar a una especie animal sea fruto de la opresión del heteropatriarcado. Pero ahí quedó, lobos y lobas. Podría haber sido peor, que ya sabemos lo que se lleva hoy: lobes, lob@s, lobxs. Para elegir.

Cuando uno mete la cabeza en el mundo de la conservación y el ecologismo -son cosas distintas-, observa enseguida que el ambiente general es de progresismo, de integración, a veces buenista e ingenuo, pero generalmente muy crítico; con una evidente posición mayoritaria de izquierdas que, vista la actitud hostil y meramente extractiva que la derecha española tiene con la naturaleza y el medio ambiente, es perfectamente comprensible. Y me parece bien, lógico y adecuado. Lo que a algunos se nos hace cuesta arriba es tener que tragar constantemente con algunas tonterías como el lenguaje inclusivo, que dentro del rollo ecologista y conservacionista te asalta por todas partes. Y no es cosa de todos, sino de la manipulación torticera del lenguaje por parte de unos pocos. Unos lo usan por quedar bien, otros con un sincero ánimo de visibilizar a la mujer, y otros porque son idiotas. Producen centenares de textos y documentos farragosos, ilegibles, absurdos e incorrectos, porque el femenino debe estar incluido siempre que sea posible, y cuando no también: da igual que sea incorrecto gramaticalmente. Tampoco se dan cuenta de que su mensaje pierde calidad, claridad  e interés.

Con este artículo sólo quiero expresar que, si alguna vez alguien lee algún texto "inclusivo" que se pueda relacionar conmigo de alguna manera, que tenga claro que yo ni seré el autor ni habré tenido nada que ver con su redacción. Porque yo no soy de la RAE, pero me gusta mi idioma, lo respeto, y el lenguaje inclusivo es un maltrato y una terrible falta de aprecio por la cultura. Nuestra cultura no son los toros ni la Semana Santa, nuestra cultura es nuestra lengua. El mayor tesoro que tenemos los españoles y todos los hispanohablantes, nuestro oro, nuestro petróleo, es el castellano. El español. Es cierto que las lenguas las construyen sus hablantes, que evolucionan con el tiempo; pero una cosa es la génesis de un idioma y otra la simple gilipollez. El castellano no puede defenderse por sí mismo: que esta bella y elegante lengua tenga que volverse farragosa e incómoda, sólo por querer ideologizarla, es tan ridículo como penoso e innecesario.