miércoles, 27 de diciembre de 2017

Testigo mudo

Sabía que conservacionistas, investigadores y naturalistas acostumbran a dejar cámaras de fototrampeo instaladas en un lugar determinado, sin moverlas, durante todo un año: por ejemplo, se documentó como un árbol conspicuo de los Abruzos italianos era utilizado para el marcaje por osos, lobos y todos los ungulados. Entre febrero y noviembre de 2017 he hecho este experimento en uno de los rincones más remotos que conozco, en el corazón del Sistema Ibérico. En las periódicas visitas que he realizado a éste paraje, uno de mis paraísos particulares, yo sí he movido la cámara para cambiar la perspectiva o la zona a cubrir (un paso, un punto de agua, etc) sin salir de un radio de cincuenta metros. Este ejercicio no tenía interés científico sino que simplemente me movía la curiosidad.

Casi toda la fauna registrada por la cámara es fácil de observar en la zona, característica por su tranquilidad, biodiversidad, alta biomasa animal y nulas injerencias humanas (no han aparecido personas en la cámara y nunca he encontrado huellas). Pero la nitidez y efectividad del fototrampeo actual permiten observar, sin molestar de ninguna manera a los animales, multitud de particularidades que, en los normalmente fugaces encuentros con la fauna salvaje, no da tiempo a apreciar. Desde dos zorros que se mantienen juntos durante todo el año hasta cómo se configuran los grupos de ciervos en las diferentes estaciones, pasando por cómo un corcino huérfano sigue a un viejo macho.

Como despedida de este año 2017 dejo una pequeña serie de imágenes tomadas por esa cámara.

Cabra montés (Capra pyrenaica)

La cabra es con mucho el herbívoro salvaje más abundante de la zona, favorecida sin duda por tratarse de una región definida por profundos cañones, hoces escarpadas de gran verticalidad, limitadas por páramos altos y valles herbosos. No tienen nada que ver con algunas cabras de determinadas zonas de Gredos o Cazorla, siendo aquí animales puramente salvajes que no soportan la presencia del hombre y huyen a la mínima. Los machos viejos, más recelosos y difíciles de ver que las hembras, acostumbran a agruparse en grupos nutridos de hasta diez ejemplares.

- Macho adulto, probablemente de tres años:


- Hembra con cría y macho comenzando a rondar a las hembras a finales de septiembre:



- Macho joven distrayéndose con una polilla:


Jabalí (Sus scrofa)

Aunque pudiera parecer lo contrario, los jabalíes son abundantes en estos parajes abruptos, refugiándose en los espesos bosques de encina y quejigo o en los pinares. Carecen de depredadores naturales, más allá del daño que pueda hacer el águila real en los rayones, y esa gente siniestra que apesta a pólvora y a cadáver no llega a todos los sitios. He podido detectar dos camadas durante este año, tanto aquí como en regiones cercanas.

- Grupo de jabalíes con varios rayones de hembras distintas (se aprecia por el distinto tamaño de las crías):



- Jabalíes aprovechando como bañadero uno de los escasos puntos de agua de este año seco:


Corzo (Capreolus capreolus)

Desmontando otro de los mitos de algunos sectores, el corzo no parece verse afectado por la abundante población de cabra montés y ciervo, presentando una buena densidad en estos agrestes parajes. Como particularidad, en estas zonas escarpadas no se agrupan en manadas durante el invierno, al contrario que en las zonas bajas. 

- Hembra con cría del año, ya crecida, a principios de noviembre:


 - Uno de los machos de corzo con mayor cornamenta que he visto se esconde en este lugar. Ha aparecido siempre solo en las cámaras, siendo el único macho que ha rondado el lugar durante el año, ya que no ha quedado retratado ningún otro, ni yo los he visto en persona en las visitas periódicas que he realizado. A pesar de esta evidente territorialidad, parece que todavía le queda un retazo de "corporativismo" o especismo: a finales de septiembre aparece acompañado de un corcino, posiblemente huérfano.





Ciervo (Cervus elaphus)

El mayor de los ungulados ibéricos es, cuando se trata de un animal libre y salvaje, el más complicado de ver. Nada tienen que ver estos ciervos con algunos que viven en fincas cinegéticas en la España de escopeta que se vendió a los terratenientes. Fitófagos puros, prefieren la nocturnidad; especialmente los machos son muy esquivos y escogen los rincones más tupidos e inaccesibles del monte para esconderse durante el día. A pesar de ello, se les puede detectar en los puntos de paso obligado o los escasos lugares con agua en años secos como éste.

- Varetos, ciervos de un año de edad que se caracterizan por dos únicas cuernas rectilíneas y sin ramificaciones:




- Evolución de un cervato entre los meses de julio y septiembre (característico pelaje moteado para camuflarse):



- Machos de dos-tres años. Se les ha detectado moviéndose juntos, sin hembras u otros machos, durante varios meses (se trata de dos ejemplares distintos que pasan en fila):



 - Macho adulto con la cuerna derecha quebrada en los combates durante la berrea:


- Días después aparece el rey del bosque: un macho de quince puntas (ocho en una cuerna, siete en la otra):



Gineta (Genetta genetta)

Una jineta tenía predilección por uno de los pasos. Lo más destacable del fototrampeo en el caso de un depredador estrictamente nocturno y especialmente esquivo, es su utilidad para identificarlas individualmente por el patrón de las manchas del pelaje:





Zorro (Vulpes vulpes)

Protagonista indiscutible de todo escenario natural que se precie, cerca de las zonas de paso cubiertas por la cámara debía haber una zorrera, germen de un núcleo familiar. Pese a ser tan abundante, se trata de un carnívoro no del todo estudiado, tal vez por ello sujeto a tantos mitos rurales o desinformados. Algunos naturalistas como Contreras Parody han estudiado recientemente como los zorros se organizan en torno a grupos familiares y dependen de ellos en gran medida, pese a campear solos en busca de alimento.

- Zorra devolviendo a la seguridad del cubil a un zorrezno descarriado (mayo):


- El fototrampeo permite, en otras cosas, identificar individual y sexualmente a los ejemplares de casi cualquier mamífero que aparezca en las cámaras. Por ejemplo, había una hembra característica por ser muy delgada, en ocasiones de apariencia famélica, que sin embargo ha sido reproductora este año. Con el fototrampeo he podido observar cómo en abril estaba recién parida (vulva muy amplia) en comparación con fotografías de junio, cuando ya estaba recuperada:



- Miembros del grupo familiar moviéndose juntos. En la primera fotografía la hembra, acostada al pie de una sabina, vigila al macho. Meses después, lo que parecen ejemplares diferentes transitan cerca del territorio:




Un atisbo de esperanza

Todavía quedan en la Península Ibérica rincones de alta naturalidad, parajes escondidos y remotos rodeados a su vez de amplias zonas bien conservadas. No faltan, en esta castigada tierra humanizada desde tiempos inmemoriales, lugares que como únicos dueños todavía tienen a los animales, los árboles y el silencio, lugares que han escapado de la avaricia del hombre. Saber que todavía perviven sitios así hace que uno piense que merece la pena el esfuerzo, que cada uno debe poner su granito de arena. Deseemos que de cara al futuro que el número de paraísos como éste se incremente poco a poco.

Feliz y cálido año 2018...