domingo, 8 de agosto de 2021

Odiando a Bukowski

El mes pasado leí cinco de las seis novelas del polémico Charles Bukowski. A veces comparto el libro que estoy leyendo; me venía oliendo una reacción ante los de este autor y, cuando compartí la foto de Mujeres, la muchacha ya no pudo aguantarse más. No leas a Bukowski, me dijo, no leas eso, fomenta el odio hacia las mujeres, las trata como objetos, nadie debería leerlo, etcétera. La puritana en cuestión era una historiadora que, además de feminista, se autodefine como contraria al liberalismo y se pregunta que qué es eso de ser español. Supongo que una cosa lleva a la otra, como quien dice. Después de la bronca, me dejó caer que Neruda hablaba del cuerpo de la mujer como si fuera un templo. Supongo que ni esta chica ni Neruda han visto nunca a mi vecina la del bajo en bañador.

Tengo claro que yo soy el prototipo de malvado: un hombre blanco y heterosexual que vive en el primer mundo. Por más que he intentado, en un ejercicio de empatía, encontrar odio hacia las mujeres en las cinco novelas de Bukowski que he leído, no he podido hallarlo. En Mujeres, por ejemplo, el autor habla sobre un montón de relaciones esporádicas: cómo conoció a esas mujeres, las relaciones sexuales que tuvo, las broncas, sus defectos y virtudes. Describe las cosas como son, de forma directa y sin tapujos, y es el lector el que debe leer el mensaje subliminal. Encontré varios mensajes, pero nunca odio hacia las mujeres. En cambio, sí que había odio en esa chica: un odio peligroso, negro, casposo y hortera, un odio hacia los libros, hacia los hombres, la oscura imposición de no leer autores que no manden el mensaje que a ella, a su colectivo o a su ideología de diseño le gusten. 

De todos los escritores se aprende algo. Con Bukowski, de forma indirecta, he vuelto a ver el peligro de estas ideologías manipuladoras y sus proyectos de ingeniería social. Su asombrosa capacidad para enfrentar, para mentir, para inventarse odios y alienar a las personas. Pero como todos los pastiches ideológicos que en el mundo han sido, este feminismo puritano y ridículo del siglo XXI acabará desapareciendo por sí mismo, por la mera estupidez de sus planteamientos. Y además, sintiéndolo mucho por esta historiadora que hubiera querido quemar mis ejemplares, la obra de Bukowski seguirá en las librerías y en internet por los siglos de siglos.

 
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