viernes, 25 de junio de 2021

Serranía de Guadalajara. Despoblados, expropiados, abandonados

Ayer se presentó en Guadalajara el libro Serranía de Guadalajara, despoblados, expropiados, abandonados, publicado por la Asociación Cultural "Serranía de Guadalajara" y la editorial Aache, con el apoyo de la Diputación de Guadalajara. 

He tenido el gran placer y el orgullo de colaborar en este libro coral, redactando dos de sus veinte capítulos. Ha sido un trabajo francamente satisfactorio: más allá de la apasionante labor de documentación y redacción de los textos, y del innegable placer de verlos en papel, me ha llenado de honor, primero, poder homenajear a los antiguos pueblos y habitantes de estas serranías de Guadalajara, en las que he echado los dientes y me he forjado como naturalista, y segundo, el hecho de que destacados investigadores y amantes de las sierras de esta provincia hayan contado conmigo.


Como libro, la obra es espectacular. Más allá de la excelente calidad de la edición, cuenta con abundantes fotos y mapas a color, así como un excelente trabajo de investigación por parte de todos los autores. Es un libro fascinante, de esos que da gusto leer, no sólo por la "triste morbosidad" inherente al tema de los pueblos abandonados y expropiados, sino por la ingente cantidad de datos, referencias y curiosidades que se dan sobre cómo se vivía antes en los pueblos.

No puedo dejar de recomendar esta auténtica joya para todos los amantes de la naturaleza y la historia de Guadalajara y, por supuesto, para todas aquellas personas que posean aquello que nunca debemos perder: la curiosidad y el asombro.

Sin más, agradecer a la Asociación Serranía de Guadalajara que hayan contado conmigo, contar con su amabilidad y cercanía, en especial a José María Alonso Gordo y a Octavio Mínguez.




Por hacer mención únicamente a los sentimientos y reflexiones a que invita este libro, me tomo la libertad de citar un fragmento del primer capítulo, redactado por Agustín Estaban y dedicado al pueblo de Alcorlo:

«Los juguetes eran como las brujas, pues, salvo algún detalle el día de la fiesta, el resto del año nadie los veía: tirachinas, arcos y flechas, guías para los aros, todo lo fabricábamos nosotros, en Alcorlo no había ni juguetes ni dinero para ellos. "¡No hay nada como un pueblo para criar a un hijo!" ¿Cuántos niños de hoy han visto una pollada de perdiz, recién nacidos, no más grandes que una nuez, correr detrás de su madre y desaparecer entre la maleza en unos segundos?, o ¿cuántos han pescado un pez con sus propias manos?. O ¿cuántos han visto a cortar distancia a un gorrión permanecer inmóvil sin pestañear ni una sola vez mientras incuba los huevos en el nido, con el consiguiente peligro que conlleva para él? O los polluelos recién nacidos que no tienen ¡ni pelo!, sólo una bocas enormes [...]. Todo eso es desconocido para la mayoría de los niños y para los ya "no tan niños" de hoy, algo tan habitual en aquella época y entiendo que necesario para formarse como persona. ¡El progreso!, eso lo trajo "el progreso"».