jueves, 16 de diciembre de 2010

Arcillas y cicutas

Al despuntar el día, Complutum bullía a lo lejos. Los amplios prados baldíos se doraban con las primeras luces, y los pinares empezaban a brillar. Ya en nuestro triste XIX tuvo tiempo Unamuno para dedicar parte de su pluma a estos Cerros: "Rodean a su campo como ancho anfiteatro los barrancos de la sierra [...]. Lame los pies de los cerros, separando la campiña de la Alcarria, el Henares de frondosas riberas festoneadas de álamos negros y álamos blancos".

Los atardeceres que pueden verse en estos páramos no tienen parangón, de lo que dio buena cuenta también el nativo Manuel Azaña: "El poniente repinta el carmín de los visos; los cerros se hacen ascua. Veladuras de rosa ennoblecen la compostura viril de los barrancos". De igual manera, el eterno Cervantes les prestó atención en El Quixote.

Si estos montes, que se han salvado de la urbe gracias al río, consiguieron llamar la atención de aquellos grandes hombres cuya virtud es casi imposible de encontrar en esta España mezquina y decadente que nos ha tocado vivir, bien merecen al menos conocerse.

Estos Cerros son en la actualidad habitual escenario de excursiones, repoblaciones absurdas y fotos de políticos para llenar de vacío la prensa local. Pero siempre merecen la pena. Ya al rato de andar entre cortados encontré inyecciones cuarcíticas entre las paredes de arcilla. Fenómenos geológicos cuya explicación ya voy olvidando:

A pesar de los avatares históricos y la mala influencia de la ciudad, estos predios han sido siempre un fantástico refugio para flora "esteparia y norteafricana", a base de especies capaces de retener estos suelos arcillosos y abruptos. Entre la multitud de plantas arbustivas y herbáceas existentes, se pueden encontrar especies sorprendentes: aparece la adormidera(Papaver somniferum) de la cual se extrae el opio; la cicuta(Conium maculatum) es abundante, planta conocida por generar uno de los venenos más potentes; y en primavera resaltan los también venenosos y explosivos pepinillos del diablo(Ecbalium elaterium).

Siempre hay que andarse con ojo, incluso en estos parajes humanizados y en apariencia inofensivos. La propia cicuta, responsable de la muerte del filósofo Sócrates, entre otros, es fácil de confundir con otras plantas más benignas y apetecibles de mascar como el hinojo o el perejil. La mejor manera de diferenciarla de éstos es fijarse en las manchas violáceas de sus tallos, más detacables con clima suave:


Retazos de historia

Si la proximidad de la gran ciudad ha condenado a la naturaleza, bien es cierto que estos secos parajes están cargados de historia. Uno de sus rincones más llamativos es Qal'at'Abd al-Salam, escenario de batallas durante la Reconquista. Fue originalmente asentamiento moro en el siglo IX, integrado dentro del cerco defensivo árabe en torno a Toledo. También se encuentran en estos lugares restos de capillas cristianas e incluso algún castro celtíbero.

Escenario de guerras más actuales, se encuentran también varias cuevas, algunas rodeadas de leyendas y mitos populares que enlazan con los de la vecina Alcarria. Los verdaderos orígenes de estas excavaciones radican en antiguos usos rurales como cultivos micológicos o empleo como bodega. Adelantados los tiempos, por lo visto también se utilizaron como refugio durante la Guerra Civil:


Muestrario de Geomorfología

Estos cerros son resultado de la erosión del agua durante dos millones de años sobre el lecho sedimentario del antiguo mar de Tethys, mostrando muy claras las capas de calizas, margas, yesos y arcillas. La cima de la paramera es el resto de la antigua llanura, hoy arrasada por las lluvias. Es interesante, si se remonta el páramo hasta su cima plana, el observar el progresivo cambio en el sustrato tanto en texturas y consistencia como en color.

Debido a este proceso, es una maravilla hoy contemplar estos barrancos abruptos, estos cortados de arcilla y estos barrancos imposibles, que más recuerdan a desiertos como el Gobi o a paisajes norteamericanos que a un monte mediterráneo a tiro de piedra(literalmente) de una gran ciudad.

En una de esas misteriosas circunstancias que envuelven a la naturaleza cuando la invade el hombre, se da aquí un desequilibrio biológico de más que probables consecuencias. La ejecución de pistas de acceso, amén de los frecuentes visitantes, ha sentenciado a las aves de las vaguadas y cortados: chovas, cernícalos y mochuelos han sido expulsados a zonas más aisladas. Por contra, los jabalíes se expanden y, maravilla, está reapareciendo el búho real.

Sobre los cochinos, al poco de andar apareció un anciano con su perro, anciano de esos de paseo diario, que dada la hora habría salido de la ciudad en noche cerrada y bajo cero. Mientras nuestros perros se solazaban, comentamos estos campos. Al preguntarle sobre los jabalíes, dijo "Buf, hay muchísimos. Hasta hace poco echaron pelo humano en los sembrados. Ya lo verás todo por ahí hozado". Quién lo iba a decir.

La primavera es la mejor época para estos cerros, ya que la variada flora(más de cuatrocientas especies) está en su esplendor, además del jolgorio de la abundante avifauna de la ribera y los cortados. Vaguadas, cantiles, laderas, prados, río, pinares carrascos y coscojares, todos ellos recorridos en apenas cuatro horas de depurante y relajada marcha. Será menester regresar en la nueva estación, cuando explote su naturaleza.