domingo, 8 de diciembre de 2019

Déjalo, Greta. No merece la pena

Algunas veces, comento aquí la perplejidad que me causan las opiniones que tiene la gente sobre ciertos temas, como medio ambiente o historia. No creo que a nadie le importe lo que pienso, pero yo lo cuento. Suelo tirar de comentarios que leo por las redes sociales, que no dejan de ser un soberbio muestrario (o bestiario) ya que muchos usuarios, ante el supuesto anonimato digital, se sueltan que da gusto. Antes solía participar en algunas conversaciones, pero hace tiempo que no lo hago, porque como te salgas de la planicie intelectual de lo políticamente correcto o tu opinión incomode a cualquier amargado, ya te puedes preparar para una ristra de descalificaciones públicas. Y eso quita las ganas. Las redes son también, por qué no decirlo, un ejemplo perfecto de ese sentimiento, tan español, que es el presumir de ser un ignorante. Y para poder digerir muchas cosas que se ven por aquí, es necesario asumir esa particular cualidad que tenemos.

Estos días, lo que me ha causado una tremenda perplejidad ha sido la de hostias que le están cayendo a una niña sueca que va por ahí hablando de las consecuencias del cambio climático y diciéndonos a los adultos que, o nos espabilamos, o nos vamos todos a freír espárragos. A la pobre chavala, sobre todo desde lo que hoy se llama simpatizantes de la ultraderecha, le están dando sopas con hondas, como auténticos valientes, en formato meme y chiste gráfico, guasapeable e instagrameable. Uno de los comentarios más sugerentes que hacen es que a su edad debería estar en el colegio, como Dios manda. Sin embargo, nunca veo a ningún patriota de estos decir que los niños toreros, los niños actores, los niños futbolistas, los niños mendigos o los niños explotados laboralmente deberían estar en el colegio, como Dios manda.

No sé si esa niña tiene detrás un lobby o un chiringuito que está ganando dinero a su costa. Puede que sí, como ocurre con todo. Tampoco me importa. Pero es una niña, y parodiarla es mezquino y miserable. Y el mensaje que trata de enviarnos es cierto: esos aún desconocidos sufrimientos y privaciones que deberemos afrontar si no moderamos nuestro modo de vida. Menos emisiones, menos consumo, menos plástico. Lo que me asombra y causa indignación es esa capacidad que tienen algunos para insultar a una niña, mientras nunca dicen ni dirán nada sobre los que toman esas decisiones que sabemos que comprometen nuestro futuro. Me pregunto cómo lo hacen: cómo se alcanza esa vaciedad, esa cortedad de miras. Leer historia me ha enseñado, entre otras muchas cosas, que el ser humano es tan canalla que siempre frustra cualquier noble propósito y logra que se hagan ciertos los más oscuros presagios. Hoy nos encontramos con que, ante una niña que nos advierte sobre la que se nos viene encima, llueven los improperios y los chistes. Pero es que somos demasiado mezquinos. Así que déjalo, Greta. No merece la pena.