miércoles, 20 de marzo de 2019

Lucanus cervus en Guadarrama

No sé cómo se me había pasado colgar estas fotos, ya que muestran uno de los encuentros campestres que más ilusión me hicieron el pasado año de 2018. Una tibia tarde de julio, mientras observaba indicios de lobo en un carril arenoso de la Sierra de Guadarrama, me topé con el caminar vacilante y articulado de un verdadero coloso: el ciervo volante, Lucanus cervus, un verdadero gigante en el mundo de los insectos. 

Si bien suele describirse que, para encontrar al macho de ciervo volante, hay que realizar la búsqueda una o dos horas antes del anochecer en los bordes de los robledales y durante la brevísima etapa de vuelo de la especie, aquel hallazgo se saltaba algunas normas: serían todavía las soleadas siete de la tarde, a mil quinientos metros de altitud, y en una zona donde predominaban pinos silvestres de gran tamaño surgiendo entre escobones, zarzas y piornos, muy lejos de las fagáceas más cercanas. 

Al agacharme para observar al bicho con detalle, me sorprendió su actitud de desafío: alzaba la cabeza como un gallo de pelea para lucir ostentosamente sus mandíbulas, evolucionadas para el combate hasta parecerse a las cuernas de un ciervo; de ahí el nombre de este impresionante coleóptero, el escarabajo más grande de Europa.