sábado, 7 de abril de 2018

Noche de corredores

Había pasado muchas veces por esa pista forestal estos dos últimos años, pero nunca había visto aquella charca, seguramente porque nunca hasta entonces había aparecido. El mes de marzo más lluvioso desde hace veinte años, según dicen, le había dado la vida. Se trataba de una hondonada rodeada de robles y prados verdes, protegida por algún roquedo. A su lado pasaba la pista. Serían las ocho de la tarde, anochecería en pocos minutos. La charca me daba buen pálpito. Dejé el coche en el arcén y esperé.

Al poco rato comenzó el concierto. Al principio fue algún pequeño tenor despistado que cantaba casi con vergüenza, como en un ensayo. Poco a poco tuvo respuesta. Encendí el frontal y vi cómo los sapos aparecían desde cualquier parte, brotando como pequeñas setas andarinas que hubiera brotado tras la lluvia. Pequeños pares de ojos brillantes que avanzaban a cómicos trompicones hacia la balsa, que salían de las rocas o que surgían de repente en el agua. Treinta, cuarenta, cincuenta sapos corredores (Epidalea calamita) acudieron a la charca y estallaron en cantos. Un par de sapos comunes (Bufo spinosus) se mantenían apartados de la vorágine. El sapo de espuelas (Pelobates cultripes) se limitó a cantar desde lejos. Demasiado para él.

- Diferentes machos cantando, un "criii criii criii" prolongado e insistente que recuerda al de los grillos. El amplio saco vocal les permite alcance suficiente como para reunirse. También poseen un grito de suelta que emiten los machos que se acoplan por error.






- Dos ejemplares con dibujo y coloración características. Por su corpulencia ligeramente mayor, el segundo es probablemente una hembra.



- Ejemplar atropellado en una pista forestal:


- Equipo fotográfico: Canon 600D con objetivo Tamron 16-300mm-