LOS FALSOS PARAÍSOS
DEL LOBO: ZAMORA
Si preguntáramos a
naturalistas, investigadores o simples aficionados al lobo ibérico (Canis
lupus signatus) sobre qué provincia o región española es el “paraíso” de este animal,
muchos de ellos contestarían que Zamora. Yo mismo pude ver allí algunos de mis
primeros lobos y fue en sus caminos donde aprendí a reconocer sus rastros. En
Zamora está la mítica Sierra de la
Culebra y comarcas zamoranas como Sanabria, Carballeda,
Benavente o Aliste son conocidas zonas loberas de siempre.
Sin embargo, la dolorosa
realidad del lobo ibérico está tan patente en Zamora como en otros lugares. En
este artículo se exponen y analizan datos publicados en el Boletín Oficial de
las Cortes de Castilla y León (BOCCL-09-017872, Número 286, de 12 de junio
de 2017, PE/004845-03/9, páginas 35.178-35.185) donde se desgranan los
lobos muertos en el período 2010-2016 por diferentes causas.
Detrás de la frialdad de las
estadísticas, se esconde el silencioso drama de una especie que parece no lograr
escapar de la maldad del hombre: si antes el lobo era perseguido por ser
considerado un rival para las gentes del campo, hoy en día en España al lobo se
le mata por dinero.
ANÁLISIS DE LOS DATOS
Durante el período 2010-2016,
la Junta de
Castilla y León (en adelante JCyL) declara sólo en Zamora la cifra de 222 lobos
muertos: 42 lobos atropellados, 3 lobos abatidos por furtivos y 177
lobos abatidos por cazadores. Analicemos estos datos con detenimiento.
Atropellos
Una de las principales causas
de mortalidad no natural de varias especies de mamíferos son los atropellos.
Algunas como el tejón(Meles meles) o el erizo(Erinaceus europaeus)
son particularmente vulnerables. En cuanto al lobo, analizando los datos de
Zamora que declara la JCyL ,
vemos que también el cánido sufre una tasa de muertes por atropellos más allá
de lo tolerable: 42 ejemplares han sido encontrados atropellados en seis
años.
En España, las soluciones que
ofrece la administración ante la mortalidad de la fauna en las carreteras son
testimoniales o sencillamente no existen. Es cierto que la mayoría de
atropellos se dan en carreteras secundarias, donde son difícilmente evitables.
Ahora bien, es necesario apreciar que dado el elevado número de lobos muertos
por atropello en el periodo referido y teniendo en cuenta la escasez natural de
esta especie, no somos capaces de entender cómo no se sustrae esta cifra de los
desmesurados cupos de caza oficiales autorizados por la JCyL : una manada puede sufrir
bajas por atropello y después tener que soportar la presión permanente de la
temporada de caza. Pero como veremos más adelante, matar lobos es un negocio
muy lucrativo y sustraer 42 cánidos de los cupos habría limitado lucros
económicos. Ni que decir tiene que es físicamente imposible encontrar todos los
lobos que mueren atropellados, con lo debemos estimar la cifra oficial al alza.
Furtivismo
Se da la circunstancia de que
una de las explicaciones peregrinas con que la JCyL comenzó hace años a justificar el
establecimiento de cupos de caza del lobo (143 permisos anuales para la Comunidad Autónoma
a fecha de hoy, 40 para Zamora) era paliar el furtivismo. El cinismo de esta
cruel ironía de cifras no necesita comentarios.
Caza
La caza es una de las facetas
más siniestras de la relación de la sociedad con la fauna salvaje, y en el caso
del lobo en Castilla y León la realidad es escandalosa. Como se ha explicado
más arriba, desde hace años la
JCyL autoriza un cupo anual para la caza del lobo. Según
Ecologistas en Acción, el reparto de permisos “no detalla la metodología
empleada para decidir el número de lobos a abatir“. Básicamente, todo se
reduce a que cada coto tenga su cupo. Esta práctica no es selectiva, está
sobredimensionada y es contraproducente para la conservación de la especie, sin
entrar en las consideraciones morales.
La principal consecuencia de
la caza para una manada de lobos es su desestructuración, con lo que pierde su
capacidad venatoria, los ejemplares inexpertos quedan desvalidos y aumenta su
tendencia a atacar al ganado. Los cazadores no distinguen entre los lobos y, en
caso de poder hacerlo, van a optar siempre por eliminar a los individuos más
fuertes (alfas del grupo), lo cual tiene efectos dramáticos, tanto inmediatos
(desintegración de la manada) como para el futuro de la especie (cada lobo
cazado, además de un crimen execrable, es una joya genética que se pierde).
En dicho Plan de Conservación
también se pretende “auspiciar la investigación científica sobre su
biología, ecología y comportamiento, y la divulgación al público en general de
todos estos conocimientos”. La única divulgación que ha hecho la Junta es el censo de la
especie, realizado por empresas consultoras y científicos contratados sin
seguir un criterio técnico ni científico adecuado. Sus datos dan
intencionadamente un número de lobos muy superior al real, con el único fin de
poder justificar su caza.
Es necesario aclarar que en
España se contabiliza cada grupo reproductor con la cifra de 9-11 lobos. Las
manadas de lobos son sistemas dinámicos y estimar una cifra como media va a darnos
siempre una población por encima de la real. En este punto hay que hacer
ciertas consideraciones. Como hemos visto, los censos oficiales (de la JCyL y del Ministerio) no son
válidos porque emplean una metodología poco precisa: no es raro que se
contabilicen tres manadas donde realmente sólo existe una. A esto hay que
añadirle que los grupos familiares raramente tienen 9-11 lobos, sino que la cifra
real es de 6-7 ejemplares, generalmente menos. El resultado es que la
administración cuenta 30 lobos donde realmente puede haber poco más de 10. En
función de estos datos se asignan los cupos de caza.
Pero, ¿por qué motivo un
gobierno puede fomentar, en la
Europa del siglo XXI, una práctica inmoral y anticientífica
con una especie amenazada? Para encontrar la respuesta no hay más que
informarse acerca de cómo se adjudican los permisos de muerte. Después de una
subasta pública, los cazadores pagan altas sumas por el derecho a matar un
lobo, cantidades que pueden superar los 4.500 euros. Las justificaciones
esgrimidas (reducir el conflicto con el ganado o paliar el furtivismo) son
falsas, desmontadas por la más simple lógica científica y la evidencia
económica. Detrás de todo está como siempre el lucrativo negocio de la caza: al
lobo se le mata por dinero.
Finalmente, los datos de la JCyL confirman que la mayoría
de los lobos cazados en Zamora lo son en la modalidad de “espera/aguardo”. Es
sencillamente imposible matar tantos lobos haciendo esperas: resulta más que
evidente que para ello se recurre a cebaderos artificiales, como se lleva
denunciando muchos años. ¿Qué responsabilidad tienen aquí los celadores de la Junta ? ¿Los agentes
medioambientales no saben nada de esto? ¿Por qué nadie habla claramente de lo
que ocurre? Las empresas de ecoturismo que llevan a la gente a ver lobos a
estos cebaderos, ¿desconocen que después se mata allí mismo a esos lobos? Está
demostrado que sí, pero esto no parece significarles ningún conflicto moral.
Conclusiones
Los depredadores apicales son
escasos por naturaleza y es ecológicamente imposible que exista superpoblación
de los mismos, dada su profunda territorialidad. En el caso del lobo, la manada
es un sistema complejo donde entran en juego le aprendizaje y la experiencia de
los ejemplares: existen innumerables trabajos científicos que demuestran que
una manada fuerte y mantenida en el tiempo no tiende a atacar al ganado
doméstico, a la vez que ejerce una labor ecológica fundamental para la salud de
los ecosistemas. Protegiendo al lobo, conservamos todos los elementos del medio
en el que vive. Matar lobos logra todo lo contrario.
Ninguna de estas
consideraciones merece ser tenida en cuenta por la Junta de Castilla y León,
obsesionada en fomentar y justificar la caza del lobo. Su consejero de Fomento
y Medio Ambiente, Suárez Quiñones, al igual que la actual ministra, García
Tejerina (ambos del Partido Popular) concentran sus esfuerzos de conservación
en viajar a Europa para solicitar poder matar más lobos, citando palabras
textuales de la ministra.
Hemos querido analizar estos
datos oficiales de la provincia de Zamora dado el carácter emblemático que
tiene esta región entre los aficionados al lobo. Vemos que ni siquiera allí se
hace una gestión responsable de la especie ni se dedican esfuerzos mínimos para
su protección y conservación. Una especie irremplazable, patrimonio de todos,
está sometida a los intereses económicos del negocio de la caza y a raspar un
puñado de votos. Zamora es, como casi todos los demás, un falso paraíso para el
lobo ibérico. Una intolerable situación que tiene que cambiar.
Abraham
Prieto